El ministerio profético, como los grupos carismáticos lo entienden hoy en día, es cualquier ministerio que se basa en el don de la profecía y en una nueva revelación de Dios para guiar a la iglesia a la madurez. Aquellos que están involucrados en el ministerio profético a veces se refieren a él como un ministerio quíntuple y creen que los oficios de apóstol y profeta están siendo restaurados en la iglesia moderna.
A menudo vemos el ministerio profético en el antiguo testamento, cuando Dios levantaba a los profetas para alentar y reprender a la nación de Israel en los momentos de dificultad o de rebelión. Durante el reinado del Rey David (2 Samuel), el profeta Natán, entre otros, hablaron la palabra del Señor a David, para orientarlo y dirigirlo, y de igual manera para confrontarlo sobre su pecado con Betsabé. Por supuesto, Isaías, Jeremías, Oseas, Amós, Miqueas, Zacarías, etc., también tuvieron un ministerio profético; después de todo ellos eran profetas. El llamado de un profeta era hablar en nombre de Dios. Un profeta enseñaba, guiaba, aconsejaba o reprendía si era necesario.